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Noches Blancas

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Description

En la tercera parte, Nástenka le relata su vida al narrador. Vive con su abuela ciega, la cual la controla de manera muy estricta, teniéndola prendida con un cordel a su falda para que no se separe de ella, debido a las travesuras de su infancia. Como sobresueldo para la pequeña pensión de la que dispone, deciden alquilar la habitación de la planta de arriba. Cuando el primer inquilino murió, fue reemplazado por un joven distinguido pero pobre. El muchacho comenzó un silencioso cortejo prestándole libros. En resumen, «Noches blancas» es mucho más que una simple historia romántica. A través de su análisis exhaustivo, podemos descubrir las críticas sociales que Dostoevsky plantea en esta obra maestra. La falta de conexión humana, la opresión de la sociedad y la superficialidad en las relaciones son solo algunos de los temas que el autor aborda, dejando al lector reflexionando sobre la condición humana y la necesidad de buscar una auténtica conexión con los demás. El conflicto entre la razón y la pasión en la novela

He lives alone in a small apartment in Saint Petersburg with only his old and unsociable maid Matryona to keep him company. He tells the story of his relationship with a young woman, Nastenka (a diminutive of the name Anastasia). He first sees her standing against a railing and crying. He becomes concerned and considers asking her what is wrong, but eventually, he continues walking. There is something special about her, and he is very curious. When he hears her scream, he intervenes and saves her from a man who is harassing her. El autor nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del amor y cómo este puede ser tanto una fuente de felicidad como de sufrimiento. A través de los diálogos entre los personajes, Dostoevsky nos muestra las diferentes facetas del amor: el amor romántico, el amor platónico y el amor desinteresado. Sin embargo, también nos muestra cómo el amor puede llevar a la soledad, cuando las expectativas no se cumplen o cuando el miedo a ser herido nos impide entregarnos por completo. Ya he dicho que estuve tres días atormentado por la inquietud mientras no adiviné su causa. En la calle me sentía mal —este no está, ese tampoco, ¿dónde se habrá metido el otro?—, pero en casa tampoco era yo. Dos noches estuve buscando respuestas —¿qué es lo que falta en mi rincón? ¿Por qué me molesta quedarme aquí?— y observaba perplejo las paredes verdes, enhollinadas, el techo repleto de telarañas que Matriona criaba con gran acierto, revisaba una y otra vez todos mis muebles, examinaba cada silla: ¿no estaría aquí mi desgracia? —y es que basta con que una silla no esté como debiera, como ayer, para que yo ya no sea yo—, miraba por la ventana, y todo en vano… ¡No me sentía ni una pizca mejor! Incluso se me ocurrió llamar a Matriona y, como si fuera un padre, echarle una bronca por las telarañas y por el desaliño en general. Pero ella solo me miró sorprendida y se marchó sin haber dicho ni palabra, así que las telarañas siguen hoy felizmente colgadas. Por fin esta mañana adiviné lo que ocurría. ¡Oh! Pero… ¡si se libran de mí para ir a la dacha! Discúlpeme por esta frase trivial, pero no estaba yo para estilos elevados…, y es que todo lo que podía existir en Petersburgo o se había trasladado a la dacha o iba de camino. Porque todo señor respetable de apariencia seria que hubiera contratado un cochero al momento se transformaba, para mí, en un respetable padre de familia que, después de sus obligaciones habituales, se encamina ligero a las entrañas de su familia, a la dacha. Porque cada transeúnte tenía ahora un aspecto completamente especial que por poco no decía a todo aquel que se encontraba: «Señores, nosotros estamos aquí de paso, dentro de dos días nos vamos a la dacha». Si se abría una ventana en la que primero tamborileaban unos dedos finos, blancos como el azúcar, y luego se asomaba la cabecita de una linda muchacha que llamaba al vendedor ambulante de tiestos y flores, enseguida me figuraba que esas flores se habían comprado porque sí, es decir, que no eran en absoluto para disfrutar de la primavera y de las flores en un piso sofocante de la ciudad, sino que muy pronto todos se irían a la dacha y se llevarían las flores. Es más, ya había hecho tales progresos en este género nuevo, especial, de descubrimientos que podía indicar a simple vista y sin equivocarme quién vivía en qué dacha. Los habitantes de las islas Kámenny y Aptékarsky y los del camino de Petergof se distinguían por su estudiada finura en las maneras, por su elegante ropa de verano y por los coches espléndidos en los que llegaban a la ciudad. Los vecinos de Párgolovo y más allá «inspiraban» desde el primer momento con su cordura y seriedad; el habitual de la isla Krestovski se distinguía por su aspecto impasiblemente alegre. Solía encontrarme una larga procesión de carreteros que marchaban perezosos, rienda en mano, junto a carros cargados de montañas de toda clase de muebles, mesas, sillas, camas turcas y no turcas y demás bártulos domésticos, y arriba del todo, en la cumbre del carro, se aposentaba a ratos una cocinera frágil, que guardaba los bienes de los señores como a las niñas de sus ojos. Veía barcas cargadas de pesadas vajillas y cacharros de cocina que se deslizaban por el Nevá o por Fontanka hasta el río Chórnaia o hasta las islas —carros y barcas se multiplicaban por diez, por cien ante mí; parecía que todo se ponía en pie y se marchaba: formando caravanas todo se trasladaba a la dacha; parecía que todo Petersburgo amenazara con regresar al desierto, así que al final me sentí avergonzado, agraviado y triste. Definitivamente yo no tenía sitio ni razones para ir a una dacha. Estaba dispuesto a partir en cada carro, a marcharme con cada señor de apariencia respetable que hubiera contratado un cochero, pero nadie, ni uno solo me invitó, como si se hubieran olvidado de mí, como si en realidad ¡yo fuera un extraño para ellos! Había caminado largo y tendido, así que ya me había dado tiempo a olvidarme de donde estaba, tal como acostumbraba, cuando de pronto me vi en el control de entrada a la ciudad. Al momento me sentí alegre y crucé la barrera, anduve entre campos y praderas sembrados sin prestar atención al cansancio, pero percibiendo tanto todo mi organismo que cierto peso desapareció de mi alma. Los viajeros me miraban con tanta cordialidad que por poco no les saludaba resueltamente, todos estaban contentos, todos sin excepción fumaban cigarros. Yo también estaba contento como nunca lo había estado. De repente me pareció estar en Italia —con tanta fuerza me había golpeado la naturaleza, a mí, un ciudadano medio enfermo a punto de asfixiarse dentro de los muros de la ciudad. A través de estas mujeres, Dostoevsky explora temas como el amor, la soledad y la búsqueda de la felicidad. Sus personajes femeninos son complejos y multifacéticos, alejándose de los estereotipos tradicionales de la época. Son seres humanos con deseos, sueños y conflictos internos, capaces de influir y transformar la vida de los hombres que las rodean.En conclusión, el tema de la redención en la obra de Dostoevsky es un hilo conductor que atraviesa sus novelas y nos invita a reflexionar sobre la naturaleza humana y la búsqueda de sentido en nuestras vidas. «Noches blancas» es un ejemplo perfecto de cómo el autor ruso utiliza este tema para explorar la transformación y la salvación del alma humana. Análisis de los diálogos en Noches blancas En la vasta obra de Fyodor Dostoevsky, el amor y la soledad son temas recurrentes que se entrelazan de manera magistral. En su novela «Noches blancas», el autor nos sumerge en un mundo de emociones intensas y conflictos internos, donde los personajes se debaten entre el deseo de amar y la profunda sensación de soledad. Fyodor Dostoevsky, uno de los escritores más influyentes de la literatura rusa, nació el 11 de noviembre de 1821 en Moscú. Su vida estuvo marcada por una serie de eventos trascendentales que sin duda influyeron en su obra literaria. Además, la naturaleza desempeña un papel importante en Noches blancas, otro aspecto característico del romanticismo. La descripción detallada de los paisajes y la conexión emocional que el protagonista establece con la naturaleza reflejan la visión romántica de la naturaleza como un refugio para el alma y una fuente de inspiración. A los dieciocho años, la noticia de la muerte de su padre, torturado y asesinado por un grupo de campesinos, estuvo cerca de hacerle perder la razón. Ese acontecimiento lo marcó como una revelación, ya que sintió ese crimen como suyo, por haber llegado a desearlo inconscientemente. Al terminar sus estudios, tenía veinte años; decidió entonces permanecer en San Petersburgo, donde ganó algún dinero realizando traducciones.

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En su obra maestra «Noches blancas», Dostoevsky nos sumerge en la historia de un hombre solitario que se encuentra con una joven en una noche de verano. A medida que avanza la trama, se revela que ambos personajes están en busca de redención, cada uno a su manera. El protagonista de la historia es un joven soñador llamado Nastenka, quien se encuentra atrapado en una monótona rutina y anhela vivir aventuras emocionantes. Su personalidad se caracteriza por su sensibilidad y su capacidad para soñar despierto, lo que lo lleva a idealizar el amor romántico. Sin embargo, a medida que avanza la historia, nos damos cuenta de que Nastenka también es vulnerable y propenso a la indecisión, lo que lo convierte en un personaje complejo y realista. El análisis exhaustivo de «Noches blancas» nos permite adentrarnos en la mente de Dostoevsky y descubrir los secretos ocultos de esta obra maestra. A través de su estilo narrativo único y su profundo conocimiento de la psicología humana, Dostoevsky nos invita a reflexionar sobre la soledad, el amor y la búsqueda de sentido en un mundo en constante cambio. The narrator describes his experience walking in the streets of St. Petersburg. He loves the city at night, and feels comfortable in it. Because all the people he is used to seeing are not there, he no longer feels comfortable during the day. He drew his emotions from them: if they were happy, he was happy; if they were despondent, he was despondent. New faces made him feel alone. As he walked, the houses would talk to him and tell him how they were being renovated or painted a new color or torn down.

El autor utiliza el diálogo para explorar temas universales como el amor, la soledad y la búsqueda de significado en la vida. A través de las palabras de los personajes, Dostoevsky nos invita a reflexionar sobre nuestras propias experiencias y emociones. Los diálogos nos permiten adentrarnos en la psicología de los personajes, comprendiendo sus motivaciones y conflictos internos.

El narrador: un joven pobre, solitario y soñador que nunca ha conversado con nadie, ni ha tenido amigos en sus veintiséis años. Vive con su madrina, pero aun así le dice a Nástenka que se irá a vivir con ella y su abuela. Se caracteriza por su discurso literario y su timidez, siempre intenta estar ayudando. Es un hombre sencillo, honrado, noble y generoso. El protagonista, en su encuentro con la joven, experimenta una mezcla de emociones que van desde la euforia hasta la desesperación. Las noches blancas se convierten en el catalizador de sus anhelos y sueños, pero también en el reflejo de su soledad y su incapacidad para conectarse con los demás.



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